Gotero en el Estado

Sir Winston Churchill fue un héroe, también un histrión, un Falstaff de escaño, un aristócrata oportunista que se cambiaba de banco. Hablaba, a veces, no él, sino el oporto, en la Cámara de los Comunes. En su libro Grandes contemporáneos explica la caída de la monarquía en España como una quiebra del sistema parlamentario por su falta de contacto con la voluntad nacional, la división de los partidos corruptos y un socialismo que predicaba el reparto de la miseria. Ayer, Alfredo Pérez Rubalcaba, con sus dos presidentes en el papel de Pablo Iglesias atrapados en el lazo de Mercedes Alaya, ángel diabólico, citó a Churchill, una referencia más propia de Rajoy. Lo citó mientras Dios amenazaba con exhalaciones. El líder de la oposición puso al presidente en el centro de la trama Bárcenas con una frase de Churchill: «Su historia, señor Rajoy, es una patraña, envuelta en una mentira, que desemboca en un embuste».

Mariano y Alfredo no tienen mala relación personal, pero cuando están en el cuadrilátero púrpura utilizan directos a la mandíbula; no se noquean porque ha llegado ese momento dramático del abrazo de los púgiles. La corrupción tiene groguis a los dos partidos. En Soto del Real y el palacio de San Telmo de Sevilla están los que pueden decidir su suerte. Cuando llegan a la cámara, no se fajan de verdad ni se sacuden contra las sogas ni, como decía Cortázar, se encajan la biaba. Esperan la campana como un alivio. Los dos se acusaron, recíprocamente, de mentirosos.

Me dice alguien que está en el secreto: «Toda la política española se basa en este instante en el miedo, miedo a Bárcenas, miedo a los eres». Cayo Lara, como los cardenales novatos, no está en el secreto y aconsejó a Rajoy que hiciera lo de Estanislao Figueras cuando dejó la Presidencia de la I República después de decir: «Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros». No sé si el presidente está hasta los cojones de todos nosotros, el caso es que sigue enrocado en el 1 de agosto y proclama que no tiene nada que rectificar.

Los socialistas acusaron al Ejecutivo de gobernar a espaldas del Parlamento. Soraya Sáenz de Santamaría acertó al decir que no es un problema de unos u otros sino de todos y que conviene cerrar un pacto contra la corrupción. Es verdad, la corrupción acorrala al sistema y, cuanto más corrupto es un Estado, más pactos suele proponer.

A la hora del debate tronaba y llovía en Madrid. No cayeron chorizos ni pianos ni estacas ni pétalos. Arrancó la temporada con una gran gotera en la tribuna de prensa. Dice el proverbio: la gota dando y dando el edificio va horadando.